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Un año de música al azar: 1975

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Nota: esta nota se basa en datos de acceso directo, o sea, que están en mi colección. Las lagunas son responsabilidad de mi gusto torcido.

En 1975, Dimitri Shostakovich alcanzaba la obra 147 de su catálogo con una interesante sonata para viola y piano de tonalidades oscuras, lánguidas, profundas, en la madurez, casi agotamiento, de su carrera. Simultáneamente, la música académica latinoamericana se vestía con colores similares, quizá más estridentes si eso es posible en comparación con Shostakovich o con las decadentes formas postserialistas, con la suite Popol Vuh del argentino Alberto Ginastera, que habría de colocarlo en el foco internacional, y de paso, por la temática de la obra, a la herencia indígena americana. Europa profunda está pariendo post post post cosas (minimalismo, tintinábulum, qué sé yo), para los años siguientes, pero no hallamos gran cosa en el 75.

Buena parte de Latinoamérica se estaba debatiendo entre la tradición, con los últimos estertores del romanticismo nacionalista de agrupaciones de música folclórica como Los Chalchaleros de Argentina, que ya recopilan su obra de 25 años, y la revolución en el discurso izquierdista de fusión andina de los álbumes 3 y 4 de inti illimani de Chile (el 3, de supuesta recuperación del folclor tradicional) y la ideología de renovación de la representada por Días y flores de Silvio Rodríguez, disco que significaría el principio de su vertiginosa expansión por el subcontinente. En México,aproximadamente en esa época, Chava Flores, el cronista cantor, alcanza una cumbre con el lanzamiento de su primer compilación de Éxitos, pero aún está a cierta distancia de los folcloroides que lo querrán asimilar a la protesta de peña y quesadilla como folclorista "urbano".

La presencia de los folcloroides menguaba ante el universo rockero de Latinoamérica. en Argentina, Luis Alberto Spinetta avanza con su ¡tercera! formación, Invisible, y el jazz rock de Durazno sangrante, mientras que Charly García se sacude el sonido folk de Sui Generis, presentando "Instituciones" y "Nena" (posteriormente "Eiti Leda") en el concierto Adiós Sui Generis que señala su paso hacia el progresivo, como veremos, en sintonía con Europa occidental.

Mientras el mundo espera las revoluciones por venir: el (Patti Smith lanza Horses en 1975), los locos vendrían después y el (Jimmy Cliff y Joe Higgs están de gira por los Estados Unidos), el rock duro y puro vive un momento de tensión; no es casual que los Rolling Stones salgan al espacio auditivo con una recopilación 64-70 titulada Metamorphosis, al mismo tiempo que muchos de los grandes abandonan la psicodelia en busca de un discurso más comercial y ciertos fundadores de la vanguardia comienzan a ceder hacia el pop digerible. Ahí habita America consagrada con su Greatest Hits, de épica carátula, y un olvidable Time Honoured Ghosts de Barclay James Harvest. A punto de convertirse al Islam y callar, Cat Stevens cuenta Numbers sin pena ni gloria mientras John Lennon suaviza la experimentación --y pavimenta el espacio hacia la sencillez que será posible a fin de década-- con Shaved Fish. Las listas del pop influido por la vanguardia crecen con Crisis? What Crisis? de Supertramp, otro de Wishbone Ash o avistan el porvenir con los primeros demos de un Peter Gabriel visionario (que en realidad se conocerán mucho después).

Frank Zappa y Captain Beefheart, con Bongo Fury, marcan lo que ha sido y será experimentación pura, juguetona, irónica y opositora, y Tom Waits reinventa el con Nighthawks at Diner (por cierto, el goza de buena salud como indica la portentosa Big Mama Thornton con Jail). Black Sabbath (Sabotage) y Deep Purple (Come Taste the Band) giran hacia la metalización, mientras Led Zeppelin cierra el mejor capítulo del rock duro (Physical Graffiti, Conspiracy Tehory), todos ellos rodeados de moscas distorsionadas (Nazareth, The Sweet). Judas Priest está en la gira "Rocka Rolla" pero no graba en 1975, y AC/DC saca dos placas en Australia sin lograr pasar la Gran Barrera de Coral.

El espectro se empezará a llenar este año con la fusión que llaman y/o , etc., con su y su desfachatez: David Bowie, Young Americans, Roxy Music, número cuatro en Inglaterra con Siren. Pero sin Brian Eno que continúa viaje en solitario con Another Green World. Con un guiño genial a la vanguardia sinfónica que se va quedando atrás, Queen pasa A Night at the Opera, y Lou Reed ya está desprendiéndose del terciopelo hirsuto con Coney Island Baby (aunque no sin dolor: 1975 ve también la luz de Metal Machine Music). El siguiente paso es del mismo Eno: reinventa el ambient en Discreet Music, decora el espacio sonoro y se encuentra con un Robert Fripp sediento de experimentación y cansado de conflictos interpersonales-empresariales crimsonianos para lanzar Evening Star, un clásico del género. Desde Alemania, Ash Ra Tempel (Manuel Göttsching) realiza Inventions for Electric Guitar y Tangerine Dream se lanza al abismo de la con Rubycon y Ricochet; ahí se encontrará con el primer Fresh Aire de Mannheim Steamroller. La psicodelia, por su parte, se distiende con el simbólico Ninth de Procol Harum (qué tal versión del "Adagio" de Albinoni y el simpático vals al final, pa' los quince de la niña).

Pero, ya dijimos, 1975 es un año de cierre para el . Las grandes bandas inglesas muestran la síntesis de sus recursos justo antes de cerrar todos sus capítulos (o continuar con una agonía que para algunos se extenderá demasiado): Camel publica su obra maestra, Snow Goose, llevando a Canterbury a sacralizarse como escena dominante de los últimos siete u ocho años. Desde ahí, Caravan lanza Cunning Stunts; Curved Air, Midnight Wire; Gentle Giant, Free Hand (una entrega fundamental, el mejor trabajo coral y contrapuntístico de la banda, incluyendo la curiosa inclusión del sonido del Pong, con la que se prefigura la alianza por venir de la música con la naciente industria del videojuego); Gilgamesh su álbum Gilgamesh; Hatfield & The North, el The Rotter's Club; Renaissance nos cuenta Las Mil y una Noches (Scheherezade and other stories, también punto máximo en su historia); Van der Graaf Generator se sacude dos álbumes (Godbluff; Still Life), y Soft Machine cierra el ciclo con Bundles. Pink Floyd convierte lo psicodélico en añoranza: Wish You Were Here; Yes está en impasse y permite que sus dos más importantes miembros soleen: Chris Squire con Fish Out of Water (con la participación de Jon Anderson) y Rick Wakeman con las leyendas del Rey Arturo (The Legends of King Arthur and the Knights of the Round Table, sin la participación, afortunadamente, de Jon Anderson), mientras que el espacio sinfónico abandonado por la megabanda se llena a través de émulos como Druid. Genesis se encuentra también detenido, preparando el cierre de su etapa Gabriel, a partir de donde apuntarán las dos vertientes hacia el pop inteligente, un tanto barroco con (Steve Hackett, y su Voyage of the Acolyte. Jethro Tull por su parte sigue explorando la tradición con Minstrel in the Gallery, donde ya anuncia con un sonido más brillante su viaje hacia un rock duro y confundido pero siempre diferente.

Fuera del Reino Unido, el progresivo crece como una ola con hallazgos alucinantes, como callando a la arrogante industria inglesa. En Francia, la loca saga kobaïana de Christian Vander pone a Magma de gira llevando el a todas partes: se interpreta el Könhtark en vivo causando sensación y aparecen avatares de la formación como la Utopic Sporadic Orchestra para señalar que es en el concierto y no en el álbum donde tiene lugar la aventura. La experimentación jazzística tiene una pierna en Canterbury, a través del deportado australiano Daevid Allen de Soft Machine, encarnado con rabia francesa en las producciones en vivo de Gong, y la otra pierna en ¡Quebec!, gracias a Maneige, que pone a circular sus dos primeras aventuras: Maneige y Les Porches (de Notre Dame). Italia está en plena efervescencia con Smogmagica de Le Orme, Maxophone de Maxophone y Chocolate Kings de Premiata Forneria Marconi. Holanda no se queda atrás: Focus tiene madre (Mother Focus) y Finch lanza Beyond Expression, una joya del sinfónico instrumental. En Alemania, el auténtico y experimental de Neu! se consagra con Neu!'75 y salen Satin Whale con Lost Mankind y Triumvirat con otra de sus grandes visiones históricas, Spartacus, y tras el telón de acero, en Polonia, Locomotive GT se divierte con un rock psicodélico y alegre.

En Estados Unidos, aparentemente ajeno a la retaguardia progre, Kansas pone a rodar dos grandes producciones: Song for America, la suite nacionalista tan inspirada y Masque. Un extraño pero efectivo Yezda Urfa saca Boris al escenario y, antes de rodar hacia el pop preochentero, Styx produce su mejor y más compleja placa: Equinox. Al otro lado de la frontera de Quebec, en Toronto hace erupción un volcán: Rush estrena genio con Neil Peart y gira hacia un rock progresivo fuerte y decidido con Fly by Night (imperativo himno a la individualidad) y Caress of Steel, historias fantásticas que anuncian el portento que será el trío (dejando claro, además, lo que significa se un power trío).

Y el se abre a las más versátiles diversidades. Desde un progresivo con sello zappiano, el violinista francés Jean-Luc Ponty amanece con Aurora. Dos veteranos franceses realizan el viaje desde la academia y el para colaborar en Suite for Flute and Jazz Piano Trio: el pianista Claude Bolling y el flautista ultraconsagrado Jean-Pierre Rampal.

Keith Jarrett, solo --y quizás sea este el disco del año o de la década--, lanza al futuro el concierto de improvisaciones que lo hará inmortal, Köln Concert. Además coquetea con la academia en El Juicio y experimenta con el saxofonista nórdico Jan Garbarek con Luminessence, marcando el principio de una colaboración que tendrá momentos excepcionales.

El [tagfunk preexiste ubicuo y ese año es sinónimo de George Clinton, en su avatar Parliament, con Chocolate City (más chocolate). Herbie Hancock extiende el viaje funk, le da la vuelta con dos argumentos: Flood y Man-Child. La tercera generación de chicanos de Los Angeles cruza el soul con la salsa para conquistar al público afro: Mr. Loco (álbum: Mr. Loco) y los puertoriqueños Raíces (álbum: Raíces) lanzan un discazo de .

Un año de música al azar, 1975, un buen año-encrucijada en el que las cosas empiezan a cambiar: se agotan los modelos ultragastados del pasado hippie, psicodeĺico y progresivo o del nacionalismo folclórico, y se anuncian nuevas rebeldías para una nueva generación. (Pedimos disculpas a todos los omitidos, olvidados y desconocidos de ese año.)

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